¿Qué pasaba? ¡Otra gacela de le volvía a escapar!
Entonces recordó sus momentos más jóvenes, cuando la naturaleza dejaba que cazara gacelas. Cuando realmente tenía hambre siempre cazaba una, pero desde que hizo de esto su pasión todas se les escapaban aunque se estuviera muriendo de hambre.
Con esta última reflexión se tambaleó y cayó al suelo. Estaba delgado, muy delgado, y no le quedaba fuerzas para más. Prometió que en su próxima vida, si le dejaban ser humano, no conquistaría corazones por aficción. Y murió.