Envidias a una estatua de cristal, en la que todas las chicas se fijan, la tocan y se excitan. Envidias a una estatua de cristal, que a los ojos es perfecta, pero dentro de ella no queda nada. Envidias a una estatua de cristal que no puede hablar ni escuchar, solo vive para ser tocada y mirada. Envidias a una estatua de cristal, y tú te puedes mover, reir y hacer sentir a las chicas mucho más.
¿El qué envidias de un objeto superficial? ¿Su textura, su éxito por entrarle por el ojo a las demás?
Pues yo no envidio nada, nada, nada, porque yo no soy una estatua, soy un hombre de verdad.
¿De qué sirve ser un hombre de verdad si a primera vista no llamas la atención?
Sirve para mucho más que esa estatua de cristal, porque alguien de verdad es capaz de hacer llegar cosas al corazón
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