martes, 6 de septiembre de 2011

En la taberna



Levanté la copa y brindé, mis compañeros de batalla estaban alrededor, vitoreando nuestra gran batalla, mientras otros en diferentes mesas explicaban como descuartizaron al enemigo, cómo les cortaron las cabezas, cómo bebieron en su cadáver.

Yo me mantenía fuera de las disputas, tan solo bebía con mis compañeros de batalla... mientras una rubia tabernera servía más vino en mi copa. Mi espada, llena de sangre reposaba en mi cinturón, lista para cualquier imprudencia. En este mundo de caos era yo el que necesitaba poner orden. Entonces alguien en la taberna, algún borracho me atacó, con su mano desnuda... yo lo esquivaba, no quería problemas. Después otro borracho intentaba golpearme de nuevo, yo recibía el golpe y continuaba a la salida de ese infierno de taberna, buscando si habría algún lugar donde no me atacaran más... Los que parecían mis compañeros de batallas ni se daban cuenta en la situación en la que me encontraba...

Finalmente al salir respiré hondo, por fin había abandonado ese infierno de hipocresía, de puñetazos y ataques verbales... pero... cuando me rodearon varios bandidos me di cuenta de que la calle era incluso más peligrosa que el mundo en el que estaba antes metido: La taberna. Me desvalijaron, me pegaron y desnudo, en el suelo alguien tomó una daga y me la clavó en el corazón, poniendo fin a mi vida... y llevándome al cielo, poniendo fin a esos años de desesperación y malos momentos... la que me clavó la daga no quería que sufriera más, y eras tú, amor... lo sé porque al despertar en el paraíso, allí estabas, también liberada por tus propias manos y por tu daga, la misma que me liberó.

No hay comentarios:

Publicar un comentario