Hay un hombre en el bar, todo lleno de sangre y al lado reposa una pistola. El hombre está totalmente enchaquetado y tiene un rostro blanco y sombrío. Su sombrero bien ajustado vacila al igual que su cabeza. Al lado reposa también una botella de alcohol que deja caer al suelo y rompe en mil pedazos. Nadie lo mira, todos le temen. Saqué el puñal de su pecho y lo volví a clavar una y otra vez, y el hombre cayó al suelo y se revolvió hasta morir.
Después miré a los demás y me pregunté si habían creido que el malo era aquel que reposaba en ese antro muerto.
Y me recoloqué la camisa y salí con cara de niño bueno
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